21 de octubre de 2008

Sobre precio "auténtico" y precio de mercado


Considero que si alguien expresa algo de manera razonada, comprensible y atractiva, uno debe rendirse ante la evidencia y copiarlo descaradamente, a ello pues:

F. G. que imparte Organización y gestión de centros educativos afirmó el 15 de octubre que no fue hasta Marx y su teoría de la plusvalía que se sistematizó dentro de la organización empresarial el reparto de beneficios entre empresarios capitalistas y obreros que (y cito textualmente) “son los que realmente trabajan”. Añadió que fruto de todo esto, hoy día el asalariado-tipo cuenta con al menos dos pagas extras, lo cual -precisó- no es nada desdeñable.

Me parece ésta una gran oportunidad de estrenar el apartado “Sesgos universitarios” donde un servidor no pretende más que analizar y contrarrestar argumentadamente las teorías explícitas o implícitas que se sustentan día tras día en innumerables aulas (en este caso universitarias).

“Los economistas hablan de la falacia física: la idea de que un objeto posee un valor auténtico y constante, en oposición a que tiene sólo el valor que alguien esté dispuesto a pagar en un determinado lugar y en un momento dado. Ésta es simplemente la diferencia entre la mentalidad de Ajuste a la Igualdad (donde dos personas intercambiarían bienes o favores en diferentes momentos, y los elementos objeto del comercio son idénticos o al menos muy similares o en todo caso, fácilmente comparables) y la de Precio de Mercado. Es posible que la falacia física no se plantee cuando se intercambian tres pollos por un cuchillo, pero cuando en los intercambios median el dinero, el crédito y terceras partes, la falacia puede tener unas consecuencias terribles. La idea de que los bienes tienen un “precio justo” implica que es avaricia cobrar cualquier precio superior, y el resultado fueron los precios obligatorios en la Edad Media, en los regímenes comunistas y en muchos países del Tercer Mundo. Estos intentos de esquivar la ley de la oferta y la demanda normalmente han derivado en el despilfarro, la escasez y el mercado negro. Otra consecuencia de la falacia física es la extendida costumbre de proscribir el interés, cuyo origen está en la intuición de que exigir dinero adicional a quien ha devuelto exactamente lo que se le prestó es avaricia.

[...] como los prestamistas y los intermediarios no hacen que existan objetos tangibles, sus aportaciones son difíciles de comprender y muchas veces se piensa que son unos aprovechados y unos parásitos. Un hecho recurrente en la historia de la humanidad es el estallido de marginación, confiscación, expulsión y violencia de las masas contra los intermediarios, muchas veces unas minorías étnicas que aprendieron a especializarse en el nicho del intermediario (véase judíos en Europa por ejemplo)”

Hilo argumental de Thomas Sowell.