7 de noviembre de 2008

El dinero lo es todo (3ª parte)


Concluí en la segunda parte que el Estado "educador" es dos cosas: ineficiente y eficaz (términos no contradictorios). Ineficiente por lo mal que desde su planificación central emplea nuestros recursos; y eficaz por cómo consigue -pese a algunos contratiempos- imponer a la larga su visión (sea acertada o no) de qué debe ser el hombre y/o ciudadano.

Y esto es así gracias a una única y sencilla razón que ya mencionamos con anterioridad: la educación es un derecho pasado a obligación. Es decir, la instrucción evolucionó así como por “arte de magia” del ES (“buena”) al DEBE SER (...“todo el mundo instruido”). El caso es que yo por mi parte y desde mi "molesta" opinión, como dice un simpático profesor de la facultad, negaré en rotundo el que la instrucción pueda y deba ser un derecho y aún menos una obligación para así poder analizar seguida y asépticamente qué ocurriría si la enseñanza dejara de ser un bien público y pasara a convertirse en un bien privado, como los televisores por ejemplo.

¿Qué “desalentador” panorama nos aguardaría tras este "ultraje" a los Derechos Humanos? Intentaré exponer muy brevemente pros y contras:

Contras:

- Desigual enseñanza y por tanto educación en función de la riqueza familiar.


Pros:

- Más dinero en el bolsillo del contribuyente a gastar en lo que más le interese (como en enseñanza privada por ejemplo, por qué no...)

- Casi absoluta eficiencia a largo plazo en cuanto a utilización de recursos educativos se refiere.

- Posibilidad de acceso al mundo laboral, también llamado “real”, en el momento en que uno lo considere apropiado.

- Enriquecimiento-diversificación de la oferta instructiva y por tanto: elaboración y fomento de nuevas formas de creatividad, conocimiento etc.


Huelga decir que los pros pasan a ser contras cuando uno tiene poca o ninguna opción de elegir
por falta o escasez de recursos pero también, y esto es importante, cuando esa misma persona -y por la razón que sea- yerra en la elección ya sea del tipo de estudios, centro, duración etc. Libertad de elegir implica libertad de acertar pero también de equivocarse.

Cierro el dinero lo es todo concluyendo que si el mercado de la enseñanza fuera en efecto como el de los televisores, ocurriría entonces que los fabricantes (educadores) se matarían -metafóricamente hablando- por ofrecer la mejor calidad al mejor precio, lo que a medio y largo plazo se traduciría por más y mejores ofertas educativas a menor precio (más competitivo). La abolición de leyes reglamentarias educativas propiciaría, además de la diversificación y especialización, la experimentación, condición estríctamente necesaria para que pueda darse el progreso en cualquier ámbito científico, no sólo el pedagógico. Y siendo yo el primero que entiende y asume que no todos podemos, ni podremos aunque nos lo propongamos, permitirnos un televisor de plasma de cincuenta pulgadas, quién sabe hasta qué punto la gente podría empezar, no sólo a pagar grandes sumas de dinero, sino a hacer importantes sacrificios en pos de una escolaridad privada de calidad, si llegaran a
aceptar y comprender lo que realmente cuesta (económicamente) e implica (humanísticamente) la enseñanza y por ende, la educación.

La ciencia económica demuestra por tanto que el libre mercado en un contexto altamente competitivo favorece tanto cuantitativa como cualitativamente al mayor número de personas pero, ¿qué ocurre entonces con aquellos sujetos que quedan fuera del mercado? Emplazo la respuesta a vuestras posibles réplicas y a un futuro post acerca de la solidaridad y el altruismo.

César.